Colección de maquetas construídas por Antonio Lara Villodres

Las armas de guerra

Desde los albores de la Historia, el hombre ha usado las armas. Unas veces como instrumentos de caza, otras como elementos defensivos y, las más, como ofensivos. Hacia el año 8.000 a J.C., surgen nuevos modos de vida y actividades en el hombre. Esta nueva situación propició la aparición de dos condicionantes importantes para el nacimiento de las armas: los excedentes alimenticios y las ciudades. Los excedentes, por otro lado, constituyeron para los pueblos y antiguas civilizaciones sus mayores riquezas. La codicia y el egoísmo humano por protegerlas fueron quizás factores determinantes para que florecieran las ciudades amuralladas como el medio de protección más seguro y estable. En ese proceso, el hombre inventa las primeras máquinas de asedio para abrir brechas en las murallas y fortalezas.
En Asia, los chinos, a lo largo de sus primeras dinastías, ya diseñaban y construían máquinas de guerra, incluso hacían uso de la pólvora para este campo, difundiéndose este conocimiento poco a poco por todo el mundo conocido. Pero dejando a un lado el Oriente, centrémonos en la Europa de la Grecia clásica. Según todos los estudios, durante las Guerras Médicas, los griegos ya emplearon diversas máquinas de asedio en sus conquistas. Entre las más conocidas estaban las torres de asedio, que llegaron a tener dimensiones colosales. Luego, con la llegada del mundo romano, los ingenieros perfeccionaron una variedad de armas que las legiones emplearon con profusión a lo largo de casi dos milenios.
Con la caída del Imperio Romano, la ingeniería bélica decayó hasta casi desaparecer, sin embargo, pocos siglos más tarde, volvió a resurgir (X y XI), perdurando hasta finales de la Edad Media en la que se comenzó a utilizar la pólvora.
La invención de la pólvora dio un giro en los enfrentamientos bélicos. Sin embargo, el proceso de asimilación de este elemento y sus aplicaciones fue verdaderamente muy lento.
El armamento que fue empleado a lo largo de los periodos antes señalados utilizó para el desarrollo de su cometido diversos sistemas basados en la tracción, torsión, tensión y contrapeso. También, por su cometido, los estudiosos y especialistas en la materia, los han agrupado en armamento de aproche o de protección (mantelete), de asalto (bastida) y demoledoras (arietes) y, por la dirección del tiro en armas de tiro horizontal (catapulta, onagro, balista, etc.) y parabólico (trebuchet).
Por último, y pasando a la época de la pólvora, señalamos algunas de las armas que fueron diseñadas para su uso, como cañones o lombardas. En sus inicios, estos primitivos ingenios fueron toscos y pesados, forjados en láminas de hierro y reforzados por aros del mismo material, que lanzaban bolas de piedra o hierro. Según parece, en España fueron usados por primera vez en los asedios de Alicante y Orihuela en 1331 por los árabes, de donde se deduce que los musulmanes, por transmisión, conocían y aplicaban ya la pólvora, transmitiendo posteriormente sus conocimientos a los cristianos.
Durante el reinado de los Reyes Católicos la artillería se estructura y organiza tomando un cometido específico y estable. Su uso se centró más que nada sobre las fortalezas de los musulmanes que ocupaban el Reino de Granada y también para doblegar a la nobleza rebelde, dando de esta manera un mayor predominio a la Corona. Con los años se fueron creando en la Península varias fundiciones, almacenes y polvorines entre los que estaban los de Málaga, Medina del Campo, Perpiñán y Baza, para que surtieran de todo aquel material de guerra.
Tras estos primitivos cañones de los siglos XIV y XV, surgieron otros menos pesados, en bronce, con mayor capacidad, seguridad y perfección de tiro que asolaron las defensas de las grandes ciudades europeas, dando con ello un nuevo giro el Arte de la Guerra.

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