Batería naval de un buque de línea español del siglo XVIII. Estas piezas de artillería se hallaban situadas en los laterales y a lo largo de los distintos puentes o cubiertas de que disponía el buque; incluso los hubo construidos de tres puentes y de 114 cañones. Con este temible armamento, el buque de guerra de la Marina Real Española era considerado un potente enemigo a batir.
Estas piezas, fundidas en hierro colado, estaban montadas sobre soportes denominados afustes o cureñas, elaborados en madera y con ruedas. Se hallaban sujetas a su emplazamiento mediante aparejos compuestos de recias cuerdas y motones, que servían principalmente para aguantar el retroceso tras el disparo.
El cañón naval de a 24 libras medía unos tres metros de largo y un peso de 2268 kilos. La carga del proyectil, o bala esférica, se efectuaba por la parte delantera del cañón o boca y su disparo podía alcanzar los 3000 metros de distancia.
El servicio de la batería era llevado a cabo por un grupo de hombres cualificados para los distintos cometidos, y su número dependía de la situación bélica del momento. Para ello usaban una serie de utensilios o herramientas, como por ejemplo: el atacador, la esponja, el cepillo, el rascador o el botafuego. Igualmente, los artilleros usaban el agua contenida en varios cubos de madera para refrescar el cañón tras varios disparos.
Tanto las baterías de a 24 como la de a 36 libras fueron de las más usadas por la Marina Real Española. Su empleo fue gradualmente abandonado debido principalmente a los avances tecnológicos y matemáticos experimentados a lo largo de este siglo XVIII.
Estas piezas, fundidas en hierro colado, estaban montadas sobre soportes denominados afustes o cureñas, elaborados en madera y con ruedas. Se hallaban sujetas a su emplazamiento mediante aparejos compuestos de recias cuerdas y motones, que servían principalmente para aguantar el retroceso tras el disparo.
El cañón naval de a 24 libras medía unos tres metros de largo y un peso de 2268 kilos. La carga del proyectil, o bala esférica, se efectuaba por la parte delantera del cañón o boca y su disparo podía alcanzar los 3000 metros de distancia.
El servicio de la batería era llevado a cabo por un grupo de hombres cualificados para los distintos cometidos, y su número dependía de la situación bélica del momento. Para ello usaban una serie de utensilios o herramientas, como por ejemplo: el atacador, la esponja, el cepillo, el rascador o el botafuego. Igualmente, los artilleros usaban el agua contenida en varios cubos de madera para refrescar el cañón tras varios disparos.
Tanto las baterías de a 24 como la de a 36 libras fueron de las más usadas por la Marina Real Española. Su empleo fue gradualmente abandonado debido principalmente a los avances tecnológicos y matemáticos experimentados a lo largo de este siglo XVIII.
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