Una vez doblegada la plaza
de Boca de Asno, el ejército de Sebastiani fue bajando hacia la ciudad de
Málaga, aplastando toda la resistencia de los pueblos por donde fueron pasando,
imponiendo el terror y el vandalismo más cruento. La fuerza expedicionaria
francesa contaba con unos efectivos que rondaban los 50.000 soldados de
infantería, más la caballería del general Milhand, de unos 2.500 jinetes
polacos pertenecientes al Regimiento 21 del Vístula y una organizada y poderosa
artillería. Estas tropas poco a poco se fueron concentrando a la entrada de la
ciudad de Málaga.
Los militares españoles,
conociendo el poderío militar francés, se fueron preparando para el duro y
desigual enfrentamiento que les esperaba, en una lucha a vida o muerte. La
poderosa maquinaria que había logrado construir Napoleón, fue penetrando poco a
poco, destrozando los pequeños núcleos de resistencia vecinales en los barrios
de Teatinos, Trinidad y Perchel. En ellos se desarrollaron, en días
posteriores, las mayores atrocidades de aquel poderoso ejército contra un
pueblo alzado ante la infamia. A las cinco y cuarto de la tarde del día 5 de
febrero de 1810, las tropas francesas entraron en la ciudad, llevando a cabo la
miserable misión de saquear, incendiar y matar vilmente. El enfrentamiento
contra las tropas francesas fue dispar por la desigualdad existente.
La lucha
fue muy violenta: muchos vecinos se echaron a la calle empuñando orcas, palos y
cuchillos en una lucha sin cuartel pero, desgraciadamente, fueron aplastados
por la dura respuesta de los militares franceses que no se detuvieron ante nada.
Aquellos hechos sangrientos se debieron mayormente a las acciones de los
conocidos lanceros polacos, los cuales, arremetían sin piedad contra la
vecindad, ya fueran mujeres, ancianos u hombres. Poco a poco, los últimos focos
de resistencia en los barrios antes mencionados fueron acallados con dureza.
Tras la rendición, ahora tocaba la represión con los muchos vecinos y militares
que habían sido cogidos prisioneros.
Quedarían dos años más de dominio
francés en el que las instituciones malagueñas, como tantas otras, cayeron
doblegadas a los pies del rey José Bonaparte, jurándole fidelidad. Tras la
derrota del ejército francés en Bailén, se inició su huida con el tradicional
uso de la rapiña y el expolio de toda la plata y el oro de los centros
religiosos que encontraron a su paso.
Hay un hecho curioso de la estancia del ejército de Napoleón en Málaga, que es el siguiente: la Aduana de Málaga estaba en plena construcción cuando los invasores entraron en la ciudad, y se indica que junto a los muros del edificio se apilaban ingente número de maderos de especial tamaño y calidad, usados, posiblemente, para el entablado de los pisos de la futura Aduana. El caso fue que todo aquel maderamen depositado para la construcción del edificio desapareció. Cuando se volvió a reiniciar la construcción del inmueble aduanero, se volvió a reponer toda aquella madera que había sido sustraída.
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