El Fuerte de San Felipe tenía forma semicircular, con una superficie de unos 900 metros cuadrados aproximadamente. Su fuerte parapeto, construido de mampostería, estaba alternado por merlones y cañoneras. Esta zona, que se encontraba frente al mar, estaba defendida por una escollera.
En el el recinto se levantaban dos altos inmuebles o casetones de una sola planta y forma rectangular, con tejados a cuatro aguas. El situado a poniente, contaba con un comedor, cocina y cuerpo de guardia. El otro, a levante, servía como polvorín y almacén para efectos de la artillería. Junto a éste se hallaban las letrinas.
Ambos edificios se encontraban separados por un pasillo ascendente o cuesta, que partía desde la puerta de acceso hasta la plaza.
La parte trasera del Fuerte de San Felipe daba al muelle del Puerto. Esta, se encontraba cerrada por un fuerte y alto muro de sillares, al cual, se accedía a través de un portalón abatible que era elevado por medio de cadenas. Completaba la seguridad de la época, un foso de 8 m. de largo por 3,5 m. de profundidad.
La dotación militar que alojó la construcción fue de unos 15 hombres, entre oficiales, suboficiales, tropa y artilleros. Aunque en realidad nunca hubo tanta dotación, salvo en caso extremos de guerra. La artillería con que contó en sus inicios fueron cañones del calibre 16 pero, años más tarde, se la dotó con otra más potente, la de a 20. Su número nunca sobrepasó de las 8 ó 9 piezas.
Por una serie de variables que jugaron en su contra (medio físico, avances técnológicos, estratégicos y económicos), el Fuerte, también conocido como batería o castillo de San Felipe, bien pronto quedó abandonado e inútil para su cometido. Su demolición no fue efectiva hasta bien entrado el siglo XX. En su lugar, el Ministerio de la Guerra levantó la Comandancia de Marina en 1934.
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