Colección de maquetas construídas por Antonio Lara Villodres

Los faros colgantes del Puerto de Málaga

El faro de Alejandría, levantado en época de Tolomeo, por la mano del artista Sóstrates de Cnido, considerado como una de las siete maravillas del mundo, o la torre del cabo Sigeo, construida en el s. IX a. J.C., a la entrada del Helesponto, fueron erigidos para llevar la luz a los navegantes que se adentraban en aquellos puertos de la antigüedad. Como podemos ver, antaño existía una gran preocupación por evitar los numerosísimos accidentes que los navíos, sobre todo al caer la noche, sufrían contra las rocas y escolleras que defendían las entradas a los puertos. 
Uno de nuestro más celebres cronistas malagueños, Narciso Díaz de Escovar, señala en sus crónicas, que junto al muro de Espartería y cercana a la Puerta del Mar, los frailes Mínimos, en el siglo XVI, levantaron una capilla en la que se dio culto a la virgen que los pescadores, llamaron del Mar. Oratorio que estaba alumbrado por un farol que a la vez servía a los navegantes como punto de referencia. Quizás sea esta una de las pocas noticias conocidas sobre el alumbrado de la zona portuaria en esa época. 
El Puerto de Málaga cuenta en su larga historia con algunos proyectos de linternas o faroles provisionales, en el siglo XVIII sobre todo, en época de los Borbones. La gran mayoría quedó en proyectos custodiados en viejos y polvorientos archivos. Las obras de prolongación del muelle viejo de Levante del Puerto de Málaga, contaron siempre con falta de presupuestos de las arcas reales, lo que supuso décadas de paro y olvido. Pero ello no impidió que numerosísimos navíos se adentraran en él. Sin embargo, sí corrían un grave riesgo de naufragar, como consecuencia de la falta de una luz suficiente que les proporcionara la orientación adecuada y un atraque feliz. 
Según se conoce, algunos de los ingenieros militares que trabajaron en las obras del Puerto, en sus proyectos sobre el mismo, contemplaban dicho problema, como era el colocar en el puntal del muelle, según iban avanzando las obras, una linterna provisional. Entre ellos, Jorge Próspero Verboom, ingeniero jefe y excelente militar, protegido del marqués de Bedma, quien a su venida a Málaga en 1722, mandó al ingeniero Juan de la Ferriére el diseño y construcción de una artesanal grúa de madera que sostendría en su parte superior o pluma, un fanal para alumbrar, alimentado con aceite. Esta estructura sería desmontada y desplazada, dependiendo del avance de las obras del espigón de levante.

Igualmente es conocido otro proyecto de linterna provisional, propuesto para erigirlo en el mismo lugar, en 1724, del cual, mostramos una imágen de la maqueta, localizada en el Archivo General de Simancas. Al igual que el modelo anteriormente descrito, de estructura simple, consistente en una plataforma en madera en la que se alzaban dos mástiles paralelos, a modo de carriles, del que pendía una linterna. Para su carga de aceite, la linterna era bajada mediante un torno a mano y cuerdas. El fanal estaba protegido por una caseta con techos y parede de madera, alcanzando una altura aproximada de unos ocho metros. Es posible que su estructura fuera también desmontable.

 
Al finalizar las obras de aquel muelle viejo de Levante, se presentaron diversos proyectos de farola con estructura de cantería, dotadas de varias plantas, ideados por tres prestigiosos ingenieros militares Galdón, Verboom, Martín Zermeño. Pero, al parecer, fueron rechazados por no adecuarse a las necesidades del lugar y, sobre todo, a la falta de presupuesto.
Otra de los cometidos que cumplían dichos faros o linternas, a mediados del siglo XVIII, era la de fijar las distancias de los puntos del antepuerto, alejados de la bocana de los dos puntales, levante y poniente.
Los avances tecnológicos del siglo XIX hicieron posible el abandono de estas obsoletas estructuras, para dar paso a faros más modernos y de mayor funcionalidad. Este fue el caso de nuestra Farola, orgullo y distintivo de todos los malagueños, cuyo diseño fue ejecutado por el ingeniero de la Armada, Joaquín María de Pery, el 30 de mayo de 1817.

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